martes, 14 de enero de 2020

Si no has leído todos los capítulos de esta aventura perdida, léelos aquí





CAPÍTULO 6- LAS OLAS DEL MAR NO SON SUFICIENTES PARA HACER PALPITAR UN CORAZÓN



Para cualquiera, despertarse mecido por el oleaje con la mente y las ideas buceando entre tinieblas y sin muchos recuerdos a los que acceder supondría un trauma; pero no para él, que había vivido siempre entre sueños inacabados, amores ahogados en botellas de ron y polvo de hadas; por lo que aquello era un día más intentando empezar de cero, pero sin la sensación de derrota que siempre le acompañaba.

Salió del barco con lo puesto, haciendo caso omiso a las voces que lo llamaban e intentando quitarse de encima al hada que no paraba de echar polvo dorado sobre él. De ella si que se acordaba, aquél bicho que parecía odiarlo y que a pesar de haberlo liberado hacía mucho tiempo, se empeñaba en seguir con él.
-Sígueme si quieres ¡que más dará!
Impulsado por una urgencia que no entendía se internó en el bosque hasta llegar a una posada de aspecto acogedor.
Al menos, pensó, encontraría algo de ron.

Se repanchingó en la mesa más cercana a la puerta, por si la cosa se ponía fea y tenía que salir por patas y miró a su alrededor. El ambiente no estaba cargado y el grupo de personas que lo rodeaba era variopinto y curioso. Sacó su pipa y se puso a fumar, estaba seguro de que podría molestar a alguien y le provocaba cierto bienestar pensarlo. Echó varias bocanadas de humo por la boca y colocó los pies sobre el taburete de al lado. La pequeña hada se sentó en el ala de su sombrero y el resopló ¿por qué no conseguía quitársela de encima?
El posadero se acercó enseguida, mirándolo con los cejas arqueadas y limpiando la mesa antes de colocar un vaso frente a él.
-Si no es ron no lo quiero - se quejó oliendo la bebida.
-Ya que estás como en tu casa - le quito las botas del taburete y se sentó en el - me gustaría aclararte que es la mía y tienes la puerta abierta cuando quieras y necesites, pero aquí, más que pedir lo que crees que quieres, se sirve lo que necesitas. Y créeme, el tequila te ayudará.
El capitán apoyó los codos en la mesa y le echó una bocanada de humo en la cara.
-¿A que me puede ayudar si no necesito ayuda de nadie?
El hada puso los ojos en blanco y movió frenética los brazos intentando alejar la nube que subía de la pipa.
-Los fanfarrones sois los mejores, de verdad. Los que más vacío ocultáis y más tristeza guardáis.
Garfio cuadró la mandíbula y alejó su rostro unos centímetros de los de él.
-¿Quién eres?
El Flautista le acercó el vaso.
-La persona que puede ayudarte a dejar de ser cobarde.
En los ojos del capitán relampagueo la ira.
-No lo soy - estalló echándose atrás en la silla y poniéndose de pie.
El otro ni se inmutó.
-Cierto, el primero en la lucha, el primero en embarcarse en aventuras que no sabe dónde lo llevaran pero ¿quieres que te cuente un secreto? - Garfio frunció el ceño, no sabía si fiarse de él - ¿Ves a toda la gente que hay aquí? Todos han perdido la memoria, todos andan perdidos, desorientados y anhelantes de algo que aún no saben definir. Pero tú, tú eres el único al que le da igual no recordar quién o que eres, porque la vida que has dejado atrás te importa tanto o menos que la silla donde estas sentado. Por lo que...llegados a este punto, ¿crees que lo que te ofrezco puede ser peor que no tener un motivo u objetivo por el que vivir, o algo que defina lo que eres en tu interior?
Garfio enarcó una ceja y soltó una carcajada. Levantó su mano cortada y la mostró.
-Que no tenga recuerdos no significa que no sepa lo que soy. ¿Alguien con el alma blanca y las intenciones puras tendría este aspecto?
Puso el garfio sobre la mesa con un golpe de metal contra madera y su sonrisa se volvió una mueca.
-No me des sermones, tabernero. Algo muy malo tuve que hacer para sentenciar mi destino de esta forma. Es una advertencia para todo aquél que se acerque a mi ¿Tu no lo ves claro? ¿No te parece suficiente definición?
El Flautista puso los ojos en blanco y bostezó.
-Lo que veo es alguien que se conforma con el papel que le han asignado. Alguien acobardado ante la idea de reinventarse y ser algo distinto a lo que todo el mundo espera. ¿Acaso no tienes sueños que te motivan? ¿Anhelos que conquistar?
-¿Y a ti que diablos te importa? ¿Qué pretendes conseguir a través de mi? No me engañas, nadie da sin pedir o conseguir algo a cambio.
Se cruzó de piernas meditando si compartir con él parte de sus ideas y cavilaciones.
-Estaba aburrido de ver como cada día hacíais, decíais y sufríais lo mismo. Como parecíais ratones en una ratonera con los mismos elementos y como resolvíais las mismas dificultades siempre igual. - sacó la flauta y la hizo rodar entre sus dedos - Os liberé, os permití interactuar unos con otros para daros caminos y oportunidades de ser lo que vosotros queráis ser. Así que dime, Capitán ¿que buscas? ¿qué quieres ser? ¿que anhelas?
Garfio no entendía nada, ninguna de sus palabras tenía sentido y aún así algo en su interior se removió. Tenía la certeza, sin saber porque, de que cada paso que diera o decisión que tomara a partir de ahora le iba a hacer recorrer un sendero que nunca antes había pisado. Y esa perspectiva, lo admitiera o no, le emocionaba.
-Supongamos que te sigo el juego, que creo cada cosa que me estas diciendo y que no sé que quiero. ¿Cómo, si no sé quién soy, descubro que no estoy cometiendo los mismos errores que cometí en esa vida que no recuerdo?
Su interlocutor se encogió de hombros.
-No lo sabes, simplemente tienes que seguir tus impulsos y hacer aquella cosa que te haga sentir bien contigo mismo. Fácil ¿no?
La cara del Capitán se quedó impasible.
-Pues no, no es fácil. Y tampoco me has dicho que ganas tu de esta liberación y esta ayuda que brindas.
-De daros la liberación, quizás, gane una apuesta. Y de ofreceros mi ayuda...gano magia.
-Explícate.
El Hada se quedó muy quieta en el ala del pirata, como intentando no llamar la atención del Flautista y que no la cogiera para él. No sabía que él no necesitaba raptar.
-Todos estáis hechos con magia, aunque no todos sois mágicos y aun así, cada cosa que os caracteriza es portadora de una brujería primigenia que me gustaría poseer. - Volvió a encogerse de hombros. -¿Te parece una buena respuesta?
Garfio asintió, cogió el vaso y se bebió el tequila de golpe. Hizo una mueca y sonrió.
-Lo imaginaba peor.
El Flautista soltó una carcajada y pensó durante unos segundos en el Hada Madrina, después desechó la imagen y se centró en quien tenía enfrente.
-Sal a bailar, la gente esta animada. Seguro que encuentras a alguien interesante que te pueda motivar.
Le guiñó un ojo y lo dejó solo. El Capitán miró a su alrededor y le dio un toquecito a la mujer que tenía sobre el sombrero.
-No entiendo que haces aquí, pero recuerdo tenerte encerrada y después que te negaras a dejarme. -Campanilla voló a la altura de sus ojos y se mantuvo ahí como un colibrí, sus ojos pequeños bien abiertos mirándolo mientras hablaba. -Estoy seguro de que era despreciable y quizás incluso te quedaste para vigilarme de cerca y tener controlada mi maldad. No sé quien soy pero me gustaría empezar teniendo a alguien en quien confiar. ¿Podría empezar contigo?
Campanilla siguió mirándolo fijamente unos segundos más, después asintió enérgicamente y Garfio creyó ver una lágrima en su pequeño rostro. Después la invitó a bailar y las sombras se convirtieron en luz cuando sonrió.
Un par de tequilas más, risas y carcajadas y tropezar con sus propios pies mientras le hacía una reverencia a la pequeña mujer alada. Los enanos marcaban el ritmo en improvisados cajones hechos de taburetes puestos del revés. El Capitán se volvió a ellos.
-Odio a los niños ¿sabéis? no me gustan, no sé porque. Pero lo adiviné al veros cuando entre aquí y confundiros, pero vosotros no sois niños, sois hombres hechos y derechos y me encanta vuestra música.
Dio un par de palmadas, volvió a tropezarse y se apoyó en una mesa cuando la puerta se abrió y quedo frente a quien entraba.
Él enmudeció y la música quedó en silencio cuando toda luz quedó atrapada en el vestido de la mujer que traspasaba la puerta. Parecía que miles de escamas la cubrían y atrapaban cualquier haz de luz para devolverlo con más fuerza. Las ondas de su pelo rojo caían sobre sus caderas, sonrió a quienes le miraba.
Y Garfio sintió como el corazón comenzaba a palpitarle con fuerza.






Queridos lob@s y bruj@s, espero que os estén gustando todas estas historias. Recordar que en los comentarios podéis proponer personajes o decir cual es vuestro favorito. 
Gracias por leerme y llegar hasta aquí.















domingo, 12 de enero de 2020

1 - Si acabas de llegar, lee esto para ponerte en situación
2 - Vamos al meollo: Capítulos 1, 2 y 3
3 - Capítulo 4




CAPÍTULO 5 - DE VERDADES Y SUS VERSIONES





Se estiró y levantó la cabeza al notar algo suave que lo envolvía. Estaba arropado y metido en una cama mullida a la que no recordaba haber llegado. En realidad sólo recordaba el dolor, una música que nunca antes había oído y los ojos grises de una mujer que tampoco había visto antes. Se giró colocándose boca arriba y sus ojos miraron hacía el lugar del que provenía la luz, un ventanal enorme y justo en el medio la figura de una mujer que miraba hacia fuera, envuelta en una capa y con el pelo negro cayéndole sobre los hombros y en cascada por la espalda hasta las caderas.
Carraspeó, no sabía que otra cosa hacer. Ella miró ligeramente hacia atrás, sin volverse y continuó mirando a través de la ventana.
-¿Cómo te encuentras?
Suspiró silenciosamente para que ella no se diera cuenta, pero le había quitado un peso de encima al romper el silencio de dos desconocidos que se juntan por causas del destino.
-Bien - vaciló - o al menos eso creo. Hay muchas cosas que no recuerdo, ni siquiera haber llegado hasta aquí.
Por fin se giró hacia él, avanzó un par de pasos hacia la cama y se paró, sonriendo unos breves segundos, se abrazó a si misma y mantuvo las distancias.
El olor a manzana que salía de la piel de ella llegó hasta él, que inspiró en profundidad y se removió inquieto bajo las sábanas.
-Me lo pusiste un poco difícil, andabas medianamente bien hasta llegar aquí y traspasar la puerta. Me tuvo que ayudar el mesonero a subirte. Te vi una herida un poco fea en el costado al tumbarte en la cama, no me había dado cuenta antes porque la tenías seca y con costra, pero se abrió cuando te movimos.
Se abrazó un poco mas a si misma y miró hacia el suelo, avergonzada. Él salió de debajo de las sábanas y se dio cuenta de que iba desnudo cuando ella intentó que no se incorporara.
-¡¡Espera, espera!! - soltó una risa y se tapo los ojos de forma cómica mientras él volvía a taparse - no es que me de vergüenza verte, en realidad estas bastante bien, pero supongo que no esperabas encontrarte sin ropa; ya estabas así cuando te encontré en el bosque, te puse mi capa pero te la quite para lavarla cuando llegamos aquí. Al fin y al cabo metido en la cama no la necesitabas - Se encogió de hombros - El dueño de esto me dejo ropa para ti.
-Creo que necesito lavarme antes de ponérmela.
-Hay una pila con agua en la otra habitación - dio varios pasos sin saber muy bien que hacer o a donde ir - supongo que lo mejor será que baje y te de intimidad.
Él pareció salir de un trance y la miró.
-Si no te importa preferiría que te quedaras. - agarraba las mantas con los nudillos blancos. - Ni siquiera se como llamarte y has hecho mucho por mi, pero si no te importa quedarte, te estaría eternamente agradecido.
Ella asintió y fue nuevamente a la ventana para darle algo de espacio. Él salió sin pudor de la cama y buscó el agua.
-¿Me podrías decir como te llamas?
Se pasó la mano por el pelo y lo miró a través de la puerta abierta, sin remordimientos por observarlo lavarse. Él tampoco pareció sentirse cohibido.
-Podría mentir y decirte que no me acuerdo, porque en verdad tengo lagunas sobre quien soy - intentó sonreír, pero el intento quedó tan sólo en un amago de sonrisa. Clavaron los ojos el uno en el otro y los de ella, grises y tristes parecieron implorar - pero lo que recuerdo no me gusta ni lo entiendo ¿crees que podrías ayudarme poniéndome un nuevo nombre?
Asintió.
-¿Crees que será suficiente?
Ella negó con la cabeza.
-Pero a lo demás me enfrentaré cuando llegue.

Bajaron al cabo de un rato y encontraron jolgorio y baile entre los huéspedes. Él no se sentía cómodo y ella tampoco, de forma inconsciente los dos se dirigieron a la esquina más sombría y se sentaron. El Flautista los observaba apoyado en la barra, había tal mezcla en su sala que podría saltar la chispa en cualquier momento, aunque que aquellos dos no se separaran le resultaba, cuanto menos, curioso.
El volumen de la música subió como si seres invisibles tocaran flautas y cuerdas y el Flautista siguió contoneándose y sirviendo.
Un par de enanos alzaron apuestas y el resto grito vitoreando, Caperucita brindo con su acompañante, y lo sacó a bailar.
Ahí fue cuando nuestro hombre clavó los ojos en ella, en su pelo cobrizo y el reflejo rojo que ondeaba a su alrededor mientras bailaba agarrada del hombre con el chaleco de colores y ojos felinos.
Ambos se reían abiertamente, desinhibidos, pegados cuerpo a cuerpo.
La mujer de ojos grises vio como su acompañante cerraba los puños y sus nudillos se volvían blancos. La mandíbula rígida y los ojos totalmente fijos en la joven y su pareja de baile.
-¿La conoces?
No respondió y al ver su fijación le dio un meneo en el hombro que lo sacó de su obsesión. Cuando finalmente la miró, vio algo salvaje bailando en sus ojos oscuros, un ser distinto al hombre herido y frágil que se había encontrado y que parecía mantener una lucha violenta en su interiror.
-Vuelvo a preguntar, ¿la conoces?
Cerró los ojos y se tapó la cara con las manos, parecía atormentado.
-No. Creo -negó con un gesto de cabeza mientras sus labios se volvían rígidos -No lo sé. No tengo ni idea y aún así al verla he sentido que perdía el control, como si algo intentara salir de dentro de mi y quisiera ir a por ella.
La mujer enredó los dedos en el pelo de su nuca y le acarició la piel intentando calmarlo, al cabo de un rato los hombros se le relajaron y suspiró, pero no volvió a mirar hacia la improvisada pista de baile.
-He encontrado un nombre para ti. - dijo de pronto mirándola por el rabillo del ojo, como si aún estuviera avergonzado de su comportamiento anterior y no pudiera enfrentar su mirada gris.
-¿A sí? Dime.
Ella bebió de su vaso y le hizo un gesto al Flautista, que le guiñó un ojo y asintió.
-A partir de ahora serás Diya. - se encogió de hombros - no sé si será más bonito o más feo que tu nombre anterior. Significa luz, esplendor, y creo que te has convertido en eso para mí en esta nueva vida que estoy transitando entre tinieblas.
Durante unos instantes dejó los movimientos circulares en su nuca, pero los retomó al asimilar sus palabras y pensar.
-Me llamaban la Reina Malvada, es lo único que recuerdo bien - susurró - Así que, aunque tu nombre no haga justicia a mi anterior vida, creo que puede guiar con buenos pasos la nueva vida que estoy empeñada en tener. En realidad me llamaba Grimhilda. ¿Como debo llamarte a ti?
Él se estremeció.
-Si te digo que nunca he tenido nombre ¿me creerías? No recuerdo que nadie me nombrara, sólo que se atemorizaran al referirse a mí como una leyenda, como un algo que puede comérselos en mitad de la noche, en cualquier momento. -Finalmente la miró, agarró entre sus manos la mano libre de Diya y le sonrió - Aún así, llámame Daren.

El Flautista los interrumpió y sirvió las bebidas.

-¿Necesitáis algo más?
Ella negó con la cabeza, pero lo reparó para que no se fuera.
-¿Tienes lo que te pedí?
Él asintió. Arqueó la ceja mirando al hombre sentado a su lado y ella dio el consentimiento para que hablara.
-Las respuestas que buscas las puedes encontrar en la torre más alta de un castillo internando en el bosque del que salisteis. No bajes, sube siempre para encontrarlo, pero recuerda que a veces saber la verdad es doloroso y nos marca un camino en el que no se puede retroceder. Lo que descubras, hará de ti lo que te dejes.
- ¿Y él? ¿Cómo puedo ayudarlo?
Daren abrió los ojos pero no dijo nada.
-Su lucha es distinta a la tuya y aún así habéis entrelazado vuestros destinos, así que de alguna forma podrás ayudarlo a liberarse o condenarse; pero en el fondo, toda decisión depende de él. - miró hacia el resto de la gente y luego volvió a mirarla - No todos están hechos de magia como tú y quizás como él, por lo que vuestro interior tiene tanta luz y oscuridad como vosotros dejéis entrar.
Cogió los vasos vacíos y volvió a mirarla.
-Tenéis todo listo para salir cuando queráis - echó una mirada hacia los bailarines - aunque yo no me demoraría por lo que pueda pasar con tu acompañante, porque estos no parecen tener prisa.
-Ya te hice el pago, ¿te debo algo más por la advertencia?
El Flautista negó.
-Una manzana mágica es suficiente, guarda el resto y recuerda que te ayudaré en lo que necesites, pero no sólo vas cargando con tu destino, también cargas con el de él, al menos hasta que empiece a tomar decisiones. Sé prudente. - Le guiñó un ojo - La verdad tiene muchas caras y siempre depende de los ojos que la vean y las mentes que la vivan. Recuerda siempre construir la tuya y no dejarte llevar simplemente por la de los demás.
Se encogió de hombros, se fue sonriendo pero tras un par de pasos se volvió hacia ellos.
-De momento reconozco que sois mis favoritos, pero no se lo digáis a nadie. - Se llevo el dedo índice a los labios, antes de irse les sonrió.




lunes, 6 de enero de 2020

Seguimos vagando por este mundo perdido de fantasía donde castillos, barcos, magia, canciones, manzanas, etc, se mezclan, se pierden y resurgen.  

¿Te perdiste el comienzo?


¿No sabes dónde encontrar a los primeros personajes? 





Y ahora relajaros, la historia va a continuar....




CAPÍTULO 4 - CAMPANADAS A MEDIODÍA

Me probé el zapato y reconozco que me sentí tremendamente poderosa con el. Busqué en los alrededores el otro, no tenía claro si era mío o no, porque mi ropa era bastante andrajosa y aquél maravilloso zapato era elegante y encantador, pero no encontré el otro par por ningún lado, me gustaba mucho y decidí guardármelo hasta encontrar su igual.
Me dolía la cabeza pero sólo podía pensar en la necesidad de quitarme aquél vestido harapiento, lleno de zurzidos y parches para sentirme más, más ¿qué? No recordaba nada, pero tenía claro que no iba a verme así vestida para siempre.
Eché a andar, olía a mi alrededor el aroma a perfume caro, pensé que era caro porque uno barato era imposible que oliera así de bien y no dejé de preguntarme durante mi paseo a ningún lado, de dónde procedería el olor y porque no iba mejor vestida.
El zapato iba a buen recaudo en uno de los pliegues de aquél vestido tres veces mas grande que yo ¡me sentía tan incómoda!
Una melodía empezó a sonar y aunque no la conseguí identificar me atrajo y tras una buena caminata, alcancé a ver una posada en mitad de un claro de árboles del que salía un seductor humo de una chimenea, aquella música tan extraña y de vez en cuando el sonido de alguna conversación e incluso una risa acompañada de algún silencio. Me acerqué refunfuñando por dentro, no estaba totalmente convencida de que aquél fuera el lugar donde debía estar, pero puestos a empezar por algún lado, mejor aquél que seguir dando vueltas por el bosque a ciegas.

Empujé la puerta y apenas un par de caras se giraron al sonido de las campanillas. Eché un vistazo rápido antes de fijar la mirada en el suelo. En algunas mesas se hablaba con jovialidad, en otras solitarios bebían o miraban hacia algún punto sin estar totalmente presentes en la posada. Me senté en la barra y miré de forma un poco más descarada; me llamó la atención la capa roja que cubría los hombros de una muchacha esbelta y dicharachera que parecía coquetear con un hombre de mirada felina, también el brillo dorado de las alas de una hada pequeña que revoloteaba de aquí para allá. Algunos me daban escalofríos, como el tipo alto de la esquina que hablaba con un pájaro de colores, llevaba un bastón dorado que me hizo pensar en todo lo que podría conseguir por el si fuera mío y no suyo. Me sentía fuera de lugar.

-¿Qué buscas?
Pegué un salto en el taburete y me volví hacia el hombre que me hablaba tras la barra.
-¿Disculpa? - ante todo modales.
-Sólo me pregunto que buscas entre toda esa gente.
Me encogí de hombros.
-Sólo observo lo que traen con ellos, parecen sacados de reinos lejanos o lugares exóticos.
-¿Y tú de dónde sales? ¿que traes contigo? - preguntó tendiéndome una cerveza. No la miré muy convencida - Si no tienes nada que perder, acepta lo que te ofrecen.
Pegué un trago e hice una mueca, no estaba especialmente bueno, pero tampoco estaba malo.
-No sé de dónde vengo y he traído poco conmigo.
El hombre se puso a secar algunos vasos más, ojeando a todo el mundo y pendiente de lo que yo le decía. La música seguía sonando en alguna parte y resulta relajante uniéndola al calor de la estancia y el murmullo de las conversaciones.
Se inclino hacía mi mientras apuraba la bebida y me servio otra.
-¿Y que quieres conseguir?
Lo miré frunciendo el ceño y me bebí de un trago la nueva cerveza. Me sentía aún más relajada, como si cada una de las ideas que se me cruzaban por la cabeza fuera maravillosa y a la vez todo me divirtiera.
-Quiero conseguirlo todo - le dije levantando el vaso indicándole que me lo llenara de nuevo - Pero aún no tengo claro como puedo hacerlo si no soy nadie.
El posadero sonrió mostrando muchos los dientes.
-Si no eres nadie, entonces puedes llegar a ser cualquier cosa que quieras ser. Sólo necesitas motivación y estar en el momento y el lugar adecuado.
Me sentía intrigada, lo observé alejarse para prepararle un combinado a la mujer de la capa roja y miré descarada al resto.
Podía ser quien yo quisiera, pero para serlo necesitaba dinero o influencia. Volví a mirar al camarero ¿me podría ayudar él?
Cuando volvió le pedí que me sirviera otra y puse los codos sobre la barra.
-¿Cómo me puedes ayudar a conseguirlo todo y cómo puedo pagarte por tu ayuda?
Él también se sirvió una, me sonrió y bebió.
-Para conseguir poder...- colocó el dedo indice sobre sus labios golpeándolos suavemente a cada segundo, después me enseño tres de sus dedos y los movió frente a mi- te podrían venir bien tres cosas: una es sencillamente oro; la segunda que alguien realice tus deseos y la tercera...magia para ti y a tu disposición.
-¿Recomendación de la casa? - apoyé el mentón en la mano y por primera vez desde que desperté me sentí dueña de mi misma.
El hombre se enderezó sin perder la sonrisa, parecía encantador y terriblemente inteligente; hizo un pequeño baile siguiendo una melodía que sólo existía en su cabeza y me cogió la mano para besarla.
-Yo no recomiendo, pequeña reina perdida, yo ofrezco opciones y cada uno elige aquello que mas le conviene; a cambio de tarifas razonables, claro esta.
-No tengo nada... - pero sentía el peso del zapato en el pliegue del vestido.
Él sacudió la cabeza sin dejar de sonreír.
-Digamos que puedo quedarme en préstamo ese zapato de cristal tan bonito que llevas ahí escondido. Si no consigues lo que quieres, pasará a ser mío. Pero si consigues todo aquello que tienes en esa preciosa cabecita tuya, te lo devolveré a cambio de un favor u otra cosa que quiera de ti llegado el momento.
Fruncí el ceño.
-Iré a ciegas, sin saber que me exigirás después.
-Igualmente vas ciega ahora; al igual que yo contigo.

Me crucé de brazos, bebí nuevamente, me removí inquieta y finalmente saqué el zapato y lo coloqué sobre la barra.
-Cuéntame esas opciones, dame algo de comer que estoy famélica, déjame pasar la noche aquí y dame ropas más cómodas para el viaje que estoy a punto de comenzar. Dejo esto a tu cuidado, pero ten por seguro que volveré a por el.
Me dedicó una reverencia, pasó el dedo por el cristal pulido y brillante del zapato y miró fijamente mis ojos.
-Me encantan las mujeres de objetivos claros y exigentes. No hay forma más fácil de conseguir oro que vendiendo las escamas de una sirena en el mercado negro. Pero si prefieres que alguien acate tus ordenes y deseos más profundos, una lámpara deberás encontrar y frotar, eso si, ten cuidado con la letra pequeña; los genios son siempre engañosos. Y la magia ¡¡aaay querida reina!! quizás esa es la opción más compleja si no la posees tu misma, porque deberás engañar a una bruja para que te ayude, o deberle, tal que a mi, un favor; o quizás encontrar a un mago o hechicero y hacer que sus objetivos sean los tuyos - guardó el zapato mientras pensaba en sus palabras - el camino de la ambición es oscuro, no lo olvides.

En algún rincón de aquél antro sonó un reloj marcando las 12 del mediodía.
Algo se removió dentro de mi, como si ese sonido despertara un recuerdo que no conseguía ubicar. Sacudí la cabeza.
-Tome la opción que tome, ¿me ayudarás?
Asintió.
-Para eso estoy- Me tendió la mano- puedes llamarme Flautista.
Sin saber a ciencia cierta si estaba tomando la decisión correcta, le tendí la mía y se la estreché con fuerza.








































 
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