martes, 31 de diciembre de 2019

Comienza la historia

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No encuentro mejor forma de acabar el año que escribiendo y poniendo sobre la mesa del año que estamos a punto de comenzar, un nuevo proyecto. Para que veáis que me lo tomo en serio y que es de verdad, aquí os dejo con algunas líneas que nos introducen un poco más en la historia de nuestros personajes de cuento.
¿Los reconoces? Deja tus comentarios más abajo y recuerda que todo esta protegido por los derechos de autor.





CAPÍTULO 1 - DE MANZANAS Y LOBOS


Miré a mi alrededor, había caído redonda entre hojas y ramas secas, las manzanas del cesto habían rodado por todas partes y notaba en la cabeza una bruma que no me permitía centrar ni pensamientos ni ideas.
Me puse en pie, que no recordara que hacía allí no implicaba que no supiera que había magia oscura en esas frutas; las volví a meter en el cesto, sacudí las ropas y la capa y comencé a andar.
Los árboles eran retorcidos, el sonido del bosque se abría paso en mis oídos y me gustaba, como si una parte de mi formara parte de todo aquello y no me importara no saber ni recordar datos sobre mi misma que debería preocuparme no saber.
Me paré frente a una casa pequeña ubicada en un claro lleno de hierbas y arbustos floridos. Di unos pasos hacia ella, parecía que algo dentro de mi me acercara a aquél lugar que desconocía. Sacudí la cabeza, en realidad no tenía ningún motivo de peso para ir hacia allí, ni siquiera parecía un buen lugar, demasiado básico y vulgar ¿qué podría tener de interés? Le dí la espalda, sentía la magia rodeándome en la brisa ¿Porqué lo sabía? Que mis pensamientos estuvieran perdidos entre niebla, no significaba que no supiera cual era mi esencia y al igual que sabía que había dado la espalda a algo importante, tenía claro que no quería ir hacia allí y no pensaba hacerlo. Y ahora ¿hacía donde?
Oí un aullido de lobo que acabo convirtiéndose en un grito de dolor y el destino o la curiosidad me llevó más adentro del bosque, dónde apenas se filtraban los rayos de las primeras horas de la mañana y la humedad ascendía por la tela de mi capa.
Un movimiento de matorrales, la tierra que crujía bajo el peso de algo o alguien que se movía en algún punto por delante de mi. No sentí miedo, como si aquello no fuera conmigo y sólo quisiera saciar una curiosidad fugaz que dejaría de atraerme nada más la descubriera. Aunque tristemente...tristemente no fue así.

Estaba cubierto de barro, sacudí la cabeza y puse los ojos en blanco. Supe en cuanto la idea me cruzó la mente que aquella decisión iba a complicarme la vida, me encogí de hombros, o quizás la hacía más divertida.
Lo ayudé a incorporarse, el pelo le caía por delante de los ojos manchado de barro, no llevaba ropa y tiritaba, le puse mi capa por encima, tapándole como pude. Levantó los ojos apenas, parecía avergonzado, pero vi el color oscuro de sus iris y sus pestañas espesas.
- Venga levanta, no tenemos todo el día para estar aquí con este frío y no tengo ni puta idea de hacia donde deberíamos ir.
Volvió a mirarme y durante un segundo pareció que esbozaba una sonrisa, después escuchamos música y echamos a andar hacia ella sincronizados.



CAPITULO 2 - LA LOCURA NO ES OPCIÓN, SI NO ESENCIA


Abrió los ojos, lo último que recordaba era estar buscando un libro de la estantería y ahora estaba boca arriba en el suelo cubierto de esos mismos libros, con la escalera de mano a un lado y su sombrero de punta doblado a otro. ¿Qué demonios había pasado?
Se puso de pie y una nube de polvo salió de páginas sueltas y de la ropa que se sacudió; se preguntaba mientras andaba con sus piernas largas y huesudas que diablos buscaba antes de perder el conocimiento. Se colocó las gafas torcidas sobre la nariz larguirucha y comenzó a tararear una melodía que no paraba de resonar en su cabeza. Se asomó a la ventana, nada le daba pistas de su búsqueda, la mesita con una tetera, taza y el té ya frío, pilas y pilas de libros, un globo terráqueo que giraba sobre si mismo con suavidad y sin alterar la velocidad. Un búho que salía de una casita hecha de un tronco bostezando...
-¡¡Ahhh!! Arquímedes, si, si, de ti si que me acuerdo. ¿Qué se suponía que andaba haciendo yo?
El búho lo miró, sacudió las plumas y le dio la espalda.
- A mi déjame de cuentos viejo chiflado.
-Creo que estaba haciendo algo importante, algo vital, pero no recuerdo nada de nada. - Se masajeo la sien y tropezó con un maletín de color lila mientras andaba de arriba para abajo. - Creo que deberíamos salir de aquí. Aquí no voy a encontrar nada.
El búho se volvió a mirarlo de nuevo.
-¿Y qué se supone que andas buscando?
Miró a todos lados y volvió a darse con el maletín, se encogió de hombros y lo abrió, ahí metería todo lo necesario.
-No lo sé, por eso tenemos que salir. ¿Por dónde empiezo a empaquetar?
Arquimedes revoloteó lejos de él, al rincón más oscuro, alto y lejano.
-Conmigo no cuentes viejo. Yo no salgo de aquí.
Lo miró por encima de sus gafas torcidas, la barba y el pelo tan blanco en contraste con su piel oscura, ébano puro.
-Por los libros he de empezar y si tu no vienes por tus propias alas te meto en la maleta sin remordimiento alguno.
Libros, tetera, taza, escoba y platos volaron hacia dentro, Arquimedes refunfuño mientras se colocaba encima de la punta del sombrero puntiagudo del anciano y los dos salieron algunos minutos después, dejando dentro tan sólo alguna silla y unas pocas telarañas. Quizás volvería cuando encontrara lo que no recordaba que andaba buscando y si no encontraba nada, pues quizás volvería igualmente, aquél sitio parecía un lugar ideal para estudiar y tomar té. Cerró la puerta y dio una gran zancada mientras volvía a tararear aquella melodía que no conseguía sacar de su cabeza, miró a su alrededor cuando comenzó a escucharla a través del viento y las ramas de los árboles. Frunció el ceño.
- Es la misma melodía que tarareas viejo.
-Y no es casualidad gallina desplumada.
El búho pego un pequeño salto de indignación, pero Merlín no se inmuto y volvió a dar sus grandes zancadas para alejarse de la casa, iría hacia dónde lo llevara la melodía. No tenía nada que perder ¿verdad?


CAPÍTULO 3 - LA POSADA DE LOS DESTINOS PERDIDOS 

El flautista miró con orgullo el mesón, cogió el instrumento de la funda colgada a su cintura y se puso a tocar. Algunos personajes estarían despertando y otros andando como pollos sin cabeza sin saber que hacer o dónde ir. Aquél hechizo los privaba de ciertos recuerdos, pero no de aquello que eran en esencia, así que, ¿que mejor que atraerlos a algún lugar dónde se cruzaran sus destinos?
-¡¡Buena la has liado!!
Dejó la flauta funcionar sola mientras hacia caso omiso de Hada Madrina y entró a la posada mirando con vanidad el trabajo que había hecho en tan poco tiempo. Había habitaciones para huéspedes, cocina para los estómagos vacíos y en aquella sala tan grande zonas de luz y rincones más oscuros para que cada personaje de cuento encontrara el espacio dónde se sintiera más cómodo.
Se metió tras la barra, cogió la pizarra y se puso a escribir.
El Hada Madrina entró como un huracán, resoplando, colorada, pérdida y sin saber que pasos dar para encauzar aquellas historias que se habían salido del guión. El Flautista parecía tenerlo todo controlado pero a ella, que le gustaba cada cosa en su sitio se le habían desordenado hasta las ideas ¿y si los príncipes no acaban con princesas? ¿Y si ganaban las brujas? ¿Y si los bandoleros en vez de trabajar para el pueblo decidían volverse ambiciosos? Todo estaba descontrolado y ella fuera de control.
-Para esta locura Flautista ¡devuelve el orden a cada historia!
Él levantó la vista un segundo de la pizarra, después siguió escribiendo, carraspeó un poco antes de hablar.
-He comenzado el juego y he dado mis primeros pasos; muestra tus cartas Hada, demuestra que los malos son siempre malos, que los buenos son siempre buenos y que nadie puede cambiar. Demuestra que tus ideas preconcebidas del orden y la paz son mejores que las mías. Demuestra que tras el caos no surjen maravillas y que los deseos y las tentaciones sólo nos llevan a la destrucción y no a conocernos mejor a nosotros mismos. ¡Venga Hada! estoy deseando darle la vuelta a tus cuentos y hacer que brillen esos personajes de los que ni tu misma eres consciente del potencial ¡venga espabila! porque todas las manos que no juegues tú, las jugaré yo.
Volvió a mirarla y le guiño un ojo. Ella, frunciendo el ceño y bufando desapareció en un silencioso estallido.
El Flautista soltó el aire de los pulmones, se puso la tiza en la oreja y leyó una vez más lo que acaba de escribir. Después le dio la espalda a la sala llena de mesas y banquetas y colocó de cualquier manera el cartel sobre el mueble lleno de vasos de barro y botellas de alcohol.


Vaso de ginebra para ensombrecer certezas
Copa de whisky para ahuyentar dudas
Ron para ahogar esperanzas 
Tequila para enfrentar la cobardía 
Vino para el mal de amor
Absenta para olvidar los errores cometidos
Cerveza para aceptar las distracciones 
Vodka para los que andan perdidos

Combinados especiales para males mayores


Si no sabes dónde estas, si quieres un nuevo comienzo o un final diferente, pregunta al dueño. Algo podrás darle como moneda de pago. 
Volver a empezar esta en tus manos. 


Las campanillas sonaron al abrirse la puerta. Al Flautista se le iluminaron los ojos; cada pieza estaba estaba expuesta en el tablero y el juego ya no podía parar. Se volvió hacia la entrada y miró al viajero, el chaleco que llevaba encima de la camiseta blanca cambiaba de color entre el turquesa y el lila, sus ojos gatunos lo miraron con desconfianza pero igualmente entro. Se dirigió con seguridad a la barra y se sentó en uno de los taburetes, puso los codos sobre la mesa y mientras leía el mensaje de la pizarra su cola se movía y enroscaba tras de él.
-¿Qué te pongo?
El gato hombre sonrió y la sonrisa y sus dientes puntiagudos llenaron su rostro al completo.
-Parece que ando perdido...


























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