lunes, 28 de mayo de 2018

Ren

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Siempre he creído en energías, en esas que te atrapan para dar un giro en tu vida...

Y esta energía llegó en forma de gata, blanca y negra para mas señas, de lo mas común, supongo (no entiendo mucho de gatos)
Me siguió, bueno, mas bien diré que nos siguió. Sholty, Kyria y yo paseabamos ya sin Bayron, en un paseo aburrido hasta que oí maullar a un bichito que desee fuertemente que no se acercara a mi (aunque es posible que en el fondo de mi alma ese deseo no fuera tan intenso)
Deseaba compañía. Tan pequeña, tan barrigona y tan sola. Quise que tuviera dueño, pero no hubo suerte y al final conseguimos que viviera en el jardín de mi abuela y en el invierno dentro de la casa (ella le daba cobijo y nosotros le comprábamos comida y nos encargamos del resto) la operamos para que no pudiera tener bebés y llegamos a entendernos. Era curioso verla pasear con nosotros por las mañana y como me seguía a casa de la abuela cuando ya era la hora de dejar de jugar en la calle.

Restregaba su cabeza contra la mía y su ronroneo era el sonido de mi felicidad. Una felicidad deliciosa y que me calmaba.

Supongo que llegó para hacer la perdida del Oso algo mas ligera. Pero parece que hay energías condenadas a pasar poco tiempo entre nosotros, como si el universo, las casualidades y el entramado destino, tan odioso el, la hubieran reclamado en susurros conjurados entre aires de tormenta, asfalto y neumáticos.
Los humanos somos odiosos, de verdad que si. Y duele, que ella se haya ido así y que los culpables, lo mires por el prisma que lo mires, seamos nosotros.

La pequeña gata bruja, de ojos verdes y loca del viento.

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