viernes, 12 de mayo de 2017

El sonido que te envuelve

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Ya empiezo a notar tu ausencia, una semana y pocos días después, comienzo a sentir el silencio que has dejado.
Si, si, ya sé que no eres una persona ruidosa o demasiado habladora, pero eres dueña de un sonido único que sólo se encuentra en tu presencia. Una melodía propia. Un zumbido peculiar que lleva tu marca de agua y resuena en las paredes, propagándose. Pero esta vez este eco tuyo ha tardado en calmarse, por el ajetreo de estas últimas semanas, supongo. Ahora descansa en los rincones de la casa, en el suelo, esperando que lo remuevas con los pies descalzos cuando vuelvas.

Me pregunto porque no lo sentí la primera vez que te fuiste.
Si lo pienso detenidamente sospecho que fue por la novedad. Notaba que no estabas, por supuesto. Pero lo notaba más de forma física: tu hueco en el sofá, la falta de los toques en la pared que nos separa al dormir, tu disposición en la cocina, tu manera de dar voces cuando estas eufórica...
Pero ahora, esta vez, hoy, profundizo un poco más en esta sensación ¿será la edad? No, no creo, aún no he cumplido los 29 (aunque ya queda poco)

No sé que será, aunque si te soy sincera me he dado cuenta mientras iba por el pasillo pensando en vestirme para irme al curro. Ese es el glamour que tengo ¡ya ves!
Ayer hablaba contigo de que aún no siento que te hayas ido para todo el verano, si no que me parece más bien que estas de vacaciones, y hoy, sin esperarlo, me encuentro con que la casa esta demasiado en silencio.
Me pregunto que sonido tengo yo y que personas lo sienten ¡si es que este desvarío mío es real!
El tuyo es armonioso, de esos que no molestan y que pasan a formar parte de los cuerpos de los demás, como el bombeo del corazón, que ya sólo lo sentimos cuando palpita frenético, pero no cuando lo hace de forma calmada, minuto a minuto, segundo a segundo, tooooodo el día.

Es extraño pensar en que tienes o tenemos un sonido que nos hace únicos, aunque no es tan extraño si piensas en la sinestesia y en la melodía de los colores.
Hace años oí hablar de ello y hoy he vuelto a leer sobre eso en un libro. Curioso ¿no?

El caso es, señorita, que ya empiezo a echarte en falta.
Una cosa normal, supongo.
Pero mi cerebro ya no puede dar mucho más de si, es tarde y la cama me atrae como un imán mientras Morfeo me azuza hablandome al oído.

Te quiero canija.








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